Otro cuento Trigosáurico
Oa feos, les dejo un cuento que escribí en Noviembre de 2007. Espero que les guste.
ChaoEl Blanco Incompleto
Abrí los ojos. La casi inmaculada habitación, bañada de una zumbante luz fluorescente, estaba casi vacía. Completamente blanca, exageradamente blanca, casi lastimaba mis pupilas. El piso, las paredes, la puerta y el techo del color que representa la pureza. Hice un tímido examen del lugar girando con lentitud mi cabeza. El piso era de cerámica y sostenía como únicos mobiliarios a un escritorio y una silla –donde estaba yo sentado--, ambos blancos también. El escritorio estaba al lado del cadáver vestido con una bata blanca, con tres cuartos de la cabeza todavía unida al cuerpo. El cuarto restante estaba esparcido en el piso y eran las únicas manchas del la casi inmaculada habitación. El zumbido del tubo fluorescente me enloquecía. Sobre el escritorio había una escopeta, y el olor de la pólvora todavía estaba fresco. Llevé los dedos a mi nariz, y sentí el aroma de la desesperación. Pasé las yemas por mi camisa blanca con algunas manchas carmesí, tratando de que la pólvora que había en ellas desaparezca. Me di cuenta que estaba haciendo una mueca con la boca y traté de recomponerme.
Era claro que yo había matado a ese hombre, que ni siquiera sabía quién era. Bueno, ni siquiera sabía quién era yo. ¿Estaba en alguna institución psiquiátrica? Era una posibilidad, esas batas blancas que llevábamos parecían algún tipo de vestimenta propia de esos lugares. Detrás de la puerta se oían voces y pasos. No entendía qué decían, por Dios, no quise enterarme. ¿Qué había hecho? Comenzaron a oírse golpes a la puerta, luego topetazos en un intento de romperla e ingresar. Estaba perdido. Nunca sentí tanto terror como el que tuve en ese momento. Ya casi lograban entrar, la madera estaba cediendo, la oí gemir y quejarse al seguir los espantosos golpes. ¡Dios! ¡Maldito zumbido, quería destrozar ese tubo fluorescente!
La herida puerta se abrió, giró sobre sus goznes y golpeó contra la pared, dejándole una punzada. Tres personas entraron a la habitación privada de su pureza, de blanco incompleto por la sangre que yo hice derramar. Un guardia, un hombre de túnica blanca –médico supongo-- y una mujer. El guardia, que portaba una pistola, se puso la mano en la boca y abrió exageradamente los ojos. El médico casi no reaccionó y la mujer se tomó la cabeza y gritó desesperadamente, a la vez que cayó de rodillas. Yo quería pedir perdón, pero nadie siquiera me miró. Si, yo lo maté, yo usé esa escopeta y le volé la cabeza y su vida. ¡Zumbido de mierda, no se detenía, no salía de mis oídos! ¡No dejó de atosigarme! Comencé a llorar, agaché la cabeza y me la tomé con las manos, con las que sentí algo viscoso. El pedazo de cabeza que me faltaba estaba regado en la cerámica blanca del piso. Al darme cuenta de que era yo en el suelo y era yo en la silla, como testigo privilegiado de tal obra, comencé a desaparecer, todavía viendo a las tres personas y a mi cadáver desplomado en el blanco incompleto de una casi inmaculada habitación. Y aún tengo el zumbido penetrante y acusador en los oídos de mi alma, liberada por mis propias manos.

Gente, les presento un cuento nuevo. Se llama "Tormenta" y espero que les guste. Abajo del cuento agrego un párrafo explicando como llegó la idea del relato a mi cabeza.
Las tormentas no son malas. Solo son tormentas, no pueden evitarlo. Pero hay algo en ellas que me hace sentirlas hermanas, parte de mi misma sangre.
Las fuertes tormentas son violentas, y dañan. No quieren hacerlo. Lo hacen, es inevitable. Es parte de su ser, son características inherentes, propias. La gente las mira por la ventana con respeto y sumisión. Tal vez como me ven a mí. En mis momentos tormentosos. Sí, así lo veo yo en sus ojos.
Las tormentas lastiman las superficies. Pueden desgarrar la tierra y arrancar los árboles con sus soplos de furia. Hasta pueden inundar terrenos y generar muerte. Y aún allí son inocentes. Ellas son lo que son, son lo que Dios las hizo y para qué las hizo.
Pero nadie puede negar que no haya nada más hermoso que la paz luego de una tormenta. Una quietud que roza el sopor de la atmósfera y una tregua momentánea entre un torturador y su torturado. Tal es mi sensación luego del acto. Me tiemblan las manos de tal repentina paz y quietud. Respiro entrecortadamente como empezando a olvidar el clímax. Y esa paz, oh Dios, esa sensación de paz que envuelve todo como una cubierta de silencio y esa carencia de vida, tan parecida al momento posterior a las tormentas, donde reina lo inerte y lo póstumo.
Pero no, no son malas, no son malvadas. Es su naturaleza, nacen para eso y son parte vital del mundo. Tal como lo soy yo. Y por eso somos hermanos, las tormentas y yo. Por eso las amo y también las imito. Incluso creo que, como sucede con las tormentas, a algunas personas les debe gustar lo que hago. Sí, lo deben disfrutar. Y tal como ellas, que rehúsan de anunciarse en la mayoría de los casos, yo tampoco lo hago. La sorpresa es un factor increíblemente hermoso. Y el viento, la furia. Y los rayos, y sus gritos. Todo es una preciosa obra de arte.
Yo no soy malo. Solo soy yo, no puedo evitarlo. Cuando un cuerpo yace sobre la mesa luego de mi furia hacia él, como si yo fuese la tormenta y él la tierra arrasada, puedo percibir que me acaricia la paz más absoluta, como si estuviese en el regazo de Jesucristo. No siento mi cuerpo ni mis herramientas teñidas con su vida que ya no tiene. Y yo en ese momento no puedo sentirme más elevado, más pacífico. Y los sueños comienzan a alimentarme. Son sueños de subyugación.
Y se vuelven profundos, como las tormentas.
Me encontraba viendo en la televisión a un hombre sin alma, o con una muy extraña (o quizá no tanto), cómo asesinaba a una indefensa víctima y parecía saciar una sed o una necesidad fisiológica impostergable. Y ante tal desenlace, el corazón del protagonista pareció calmarse, su ímpetu y el desarraigo de su naturaleza también parecieron aplacarse, en una corriente fresca, gradual, casi asintótica (si se me permite la analogía), hasta lograr una paz más intensa que la que tenía antes del hecho. Como la calma de un cuerpo humano luego del clímax orgásmico. Como la calma luego de una tormenta. De allí la idea, la imagen de este relato.

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- Orco
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- Ubicación: La Plata (Buenos Aires, ARGENTINA)
Excelente el cuento! La verdad que es tal cual la describís la sensación. Son como las tormentas... están, nacen, tienen un poder de tal magnitud que en poco tiempo pueden destrozar cuanto hay cerca, y luego cuando se esfuma... la paz, la quietud, la calma...
DESATORMENTEMOSNOS!!!
DESATORMENTEMOSNOS!!!
"La convicción es un lujo de quienes sólo contemplan". - William Parcher
Impactante descripción. El párrafo final da un poco de cuiqui.
Este "malo" es muy Dexter, tiene razón Vic.
Uno podría pensar que trata de justificar la muerte y su forma de ser. ¿Se sentirá menos culpable por eso?
Trigo ¿no has pensado hacer algo desde el punto de vista de la víctima?
¿ O desde el punto de vista de un asesino que sea conciente de lo que hace y no le importa?
Este "malo" es muy Dexter, tiene razón Vic.
Uno podría pensar que trata de justificar la muerte y su forma de ser. ¿Se sentirá menos culpable por eso?
Trigo ¿no has pensado hacer algo desde el punto de vista de la víctima?
¿ O desde el punto de vista de un asesino que sea conciente de lo que hace y no le importa?
Gracias gente.
El punto de vista de la víctima está bueno, alguna vez lo intenté. Pero tiene la dificultad de que desde la mirada de la víctima, si esta muere al final, debería tener un punto de vista post-mortem, y entonces darle un toque sobrenatural. Entonces, es un esfuerzo "extra" para que la historia no pierda fuerza. Pero es totalmente viable y la voy a tratar de poner en alguna historia. Algo parecido está en el cuento "Blanco incompleto" del libro, pero tiene una vuelta de tuerca distinta.
Chao
El punto de vista de la víctima está bueno, alguna vez lo intenté. Pero tiene la dificultad de que desde la mirada de la víctima, si esta muere al final, debería tener un punto de vista post-mortem, y entonces darle un toque sobrenatural. Entonces, es un esfuerzo "extra" para que la historia no pierda fuerza. Pero es totalmente viable y la voy a tratar de poner en alguna historia. Algo parecido está en el cuento "Blanco incompleto" del libro, pero tiene una vuelta de tuerca distinta.
Chao

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