Llamativamente había muchas personas grandes viéndola, gente de más de 60 años.

Invictus es invicto, inconquistable, invencible, en latín; y el nombre de un poema del poeta inglés William Ernest Henley (1849-1903), que usa Mandela en el filme, en idioma original por acá, y que yo traduzco como :
Desde la noche que me cubre,
negra como un abismo insondable,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma inconquistable.
Caído en las garras de la circunstancia
no he retrocedido o llorado en forma audible.
Bajo los aporreos del destino
mi cabeza está sangrando, pero erguida.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
acecha el horror de la sombra,
y aún la amenaza de los años
me encuentra y encontrará, sin miedo.
No importa cuan estrecho el pasaje,
cuan cargada con castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
Como seguidor del Clint Eastwood que dirige, no podía dejar de verla.
A lo largo de dos horas cuenta como Nelson Mandela, presidente de una Sudáfrica post-apartheid usa al deporte como un medio de unión en una sociedad enemistada.
Por otro lado plantea la importancia del perdón como medio de progreso.
No hay suspenso, ni persecusiones, ni efectos especiales visibles, sólo la historia de la visión inteligente de Mandela para lograr un objetivo común que una a la separada sociedad.
El filme transcurre en los años 90 cuando mucho del poder real estaba en manos de la minoría blanca opresora por décadas de la mayoría negra, y el rencor sigue existiendo, si el presidente usa su cargo para la revancha no hay futuro posible.
No es atrapante pero se deja ver bien, el relato lo lleva a uno confortablemente.
No todo me gustó en el filme de Eastwood, el Mandela que muestra es demasiado perfecto, las escenas de rugby, que son bastantes, muestran muy pobremente el juego, con planos demasiados cercanos, a veces con una cámara inestable como si fuese llevada al hombro. No hay casi planos largos lejanos espectaculares describiendo el juego, más que nada es una sucesión de amontonamientos.
Las tribunas en cambio lucen reales y más espectaculares.
La música me resultó original y agradable cuando tiene raíces africanas muy vocales.
Por otro lado es interesante que argumentalmente se introduzca la idea del perdón, para abordar la convivencia a futuro de sometedores y sometidos. Comúnmente la venganza es la forma de solución de conflictos que proponen desde los estudios de Hollywood.
Otra cosa que rescato del filme es que el protagonista es setentón. Morgan Freeman hace bien de ese líder carismático y sencillo.
El papel de Matt Damon como el capitán de la selección sudafricana de rugby no tiene grandes complejidades dramáticas.
Para mí es una producción que apunta al corazón, no hay grandes altibajos en la trama y si uno ve el avance, (subtitulado por acá), se da cuenta de qué trata pues cuentan mucho, tal vez demasiado.
No me pareció una gran película, pero sí aceptable.
Le doy 7 yenes.