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A continuación algunos extractos de la entrevista:
-¿Qué bronca social anda circulando, qué es lo que hoy se quiere vengar?
-Lo que se trata de canalizar es una especie de violencia difusa que se produce en determinado momento. Normalmente, esa violencia difusa no se produce por la gente que se está muriendo de hambre o que le falta lo elemental para vivir. No. En este sentido, creo que tiene razón René Girard cuando habla de la mímesis. Hay algunos bienes escasos, que algunos tienen y otros no. Y yo quiero tener los bienes escasos del otro. Si el otro toma champagne y come caviar, yo también quiero tomar champagne y comer caviar, aunque en una de esas me gusta la merluza y la sidra. Pero yo quiero tener lo del otro. Lo quiero imitar. Esa es la mímesis. Y lo que veo en nuestra sociedad es una desviación de la tensión que genera esa mímesis. No puedo tomar champagne y comer caviar porque hay unos negros que se quedaron excluidos y que me amenazan. La culpa la tienen ellos. Esa es la lógica que genera la tensión, la bronca.
-Una directa contra la clase media…
-Sí, porque creo que esas franjas recientemente incorporadas son las que sienten esas cosas. Son las que vivencian, con experiencia histórica de avance y retroceso, una posición vulnerable. Siempre tuvieron temor. Y eso está incentivado por los medios masivos.
Cuando uno ve a un laburante, a un taxista, que añora la sociedad de Vargas Llosa, yo me digo que estamos todos locos, me pregunto qué está pasando, porque este es un laburante, no un oligarca que tiene una estancia y vive en París. Y cómo se explica eso: por la vivencia de vulnerabilidad que tienen esos sectores. Esto es el medio pelo en la sociedad argentina de Jauretche. El gorilismo de determinadas fajas bajas de clase media es el mismo en aquel momento que hoy.
-¿Por esto quiere desembarcar en las universidades del conurbano y formar juristas populares? Con música de súper héroes de fondo, la definición suena a “grupo de vengadores de la marginalidad contra al avance discrecional y selectivo del sistema penal”.
-En alguna manera sí, pero con otras cosas más. Porque acá no es sólo una cuestión penal, sino de todo el derecho. El penal es un capítulo importante, porque puede desbaratar todo. Sin embargo, tenemos que estar pensando en el derecho agrario, en el derecho civil, en el derecho medioambiental.
El colonialismo te afecta todo y un anticolonialismo, una sociedad de incluyentes, como sería una sociedad autónoma, tiene que ir formando cuadros y profesionales en los distintos frentes jurídicos. Nuestros países son productores de alimentos y entonces tenés que tener una regulación de la propiedad agraria; tenés que defender la explotación familiar de la propiedad agraria; tenés que resistirte al monocultivo. Y por eso sostengo que sería necesario empezar a pensar en un Código Agrario.
Nuestra Constitución dice que la Nación reconoce la existencia de los pueblos originarios. Bueno, bárbaro, entonces tenés que pensar en la forma de economía de esos pueblos, pensar en la idea de propiedad que tienen, tenés que pensar en preservarles sus supermercados, que son esos bosques naturales.
-El plan entonces es formar juristas populares para disputar sentido desde el derecho. ¿Qué sentido?
-El de la Constitución, el de la realización del programa constitucional. Su más sintética expresión es que todo ser humano es persona. La Constitución es un programa, es un proyecto, tiene una función heurística, tiene un deber ser. Y si tienen un deber ser, es porque algo no es. Entonces hay que empujar en ese sentido. Es muy posible que en la época de Marx, él tuviera razón cuando decía que el derecho es el instrumento de las clases hegemónicas. Pero como cometieron ciertas atrocidades, se introdujeron a las constituciones ciertos tratados y normas. Así que las normas son una especie de caballo de Troya que hoy convierten al derecho en una especie de campo de lucha.
-El miedo es una sensación y genera un estado. La ciudadanía dice tener miedo y aseguran vivir con paranoia de sacar el auto, de ir al trabajo, de caminar por la calle. El miedo parece ser colectivo, ya no individual. ¿Es reversible? ¿Cómo?
-Los medios masivos de comunicación operan según la situación geopolítica y la realidad de la violencia. En los países donde hay altos índices de violencia, y esos índices de violencia resultan funcionales al poder transnacional porque contienen a los excluidos, los medios masivos de comunicación naturalizan la violencia. Y en los lugares en donde no tenemos esos niveles de violencia, Argentina por ejemplo, generan un estado de paranoia social. Una actitud paranoide social. Crean una realidad con aspectos reales. Es el Teorema de Thomas: no te importa que algo sea cierto o falso, sino que se lo dé por cierto y produzca efectos reales. Y sí, efectivamente los provoca: la gente se arma y como tiene armas en la casa, cuando tienen un conflicto se matan. Es un efecto real el que produce este estado paranoide que, ojo, es la semilla del genocidio.
-¿Apagamos la tele entonces?
-Yo creo que una de las cosas que podría hacer, aunque es un poco arriesgado a mi edad, es crear una organización ilícita para volar torres de televisión. Todos enmascarados no nos para nadie. Pero me parece que no me da a esta edad. Así que sí, de alguna manera sí, hay que apagar. La lucha es comunicacional, hay que demoler una construcción de realidad. Si a mí me están diciendo todos los días que matan gente en la esquina, que matan gente a la vuelta, que murieron no sé cuántos en un barrio muy peligroso, posiblemente entre en ese estado.
El tema es que hay que saber que hay terreno para la construcción y consumo de esas realidades, porque uno apenas si sabe lo que ocurre en su entorno, no puede estar chequeando lo que pasa en otros. Entonces, uno cree lo que le están diciendo.
A mí me sorprende que venga gente de provincia y me diga que tiene miedo por la cantidad de violencia que hay en la ciudad. Yo los miro. Les pregunto si están locos. Buenos Aires es una de las pocas ciudades donde una mujer puede caminar a las tres de la mañana sola por la calle. Eso no se puede hacer en otras ciudades del mundo, y no hablo de las ciudades latinoamericanas, sino del mundo desarrollado. Esas realidades se construyen con el viejo librito de cómo construir realidades, algo que algunos dan en las escuelas de periodismo.